Confiesa que mordiste todo el aire que salía por la ventana,
que rompes las costillas de nuestras palabras y nos
tapas la boca.
Vagabundo de consciencia artificial
tú, incendias papeleras de cadáveres para darle calor a tus
manos
porque te dilatas cada noche en un espacio de sol desnudo.
No te importa que nuestra piel ya no presuma su vino tinto,
que nuestras casas no sean mas que un planeta muerto y seco
porque tú guardas un pequeño acuario con los difuntos
sumergidos
y ahora sus ojos no se mojan con el agua de las corrientes
naturales.
Hace tiempo que ha empezado el funeral de las torpezas y tú no te escondes,
deshonras a los salvajes de las fronteras que cargan otra
vez sus armas
de fogueo para iniciar una guerra inherente a nuestra
estúpida condición.
Amarran caballos, se divorcian de las cosas mas bonitas de
este lugar...
Yo no defiendo todo aquello que hace llorar a las
luciérnagas de papel
ni quiero arrancarle los dientes a ningún lobo del alba,
sólo soy un pez extranjero con los ojos cuajados por tantas
flores muertas
y confieso que tus olvidos son legañas que se enganchan a
esta poesía funesta.