Parece que todo huele a una sinfonía improvisada
pero ya sabes que el cielo aún sigue plomizo
e insiste en dejar sonar su pulso entre las ventanas.
Sólo en la abundancia de acento triste se percibe
cada calle que pasa como otro mundo desairado
donde la gente se muda el alma;
aun así sus costumbres hormiguean por mi cuerpo
hasta matarme de cosquillas.
Parece una bonanza sensible a tus ausencias,
la peor distracción estudiada…
Y es que en realidad todo sigue sabiendo a usado,
quizá si llegase a la próxima parada…