El problema es que los girasoles ya no se enamoran
y aun así,
tu te enfadas si te digo que este mundo es un burdel
dónde se trafica con la virginidad de las tristezas.
Quisiera llorar,
porque no soporto ver como emborrachas tu memoria
cuando llega el frío del invierno y corta tu sonrisa.
Entonces tu me partes la boca,
y entiendo que jamás podré hablarte de la guerra,
contarte que alguien quiso cargarse al hombre de hojalata,
porque no hay corazón más deseado que el que no está.
Pero que mas te da,
si ellos te han prometido regalarte una parte del mundo
por tu cumpleaños,
si detienen tus latidos porque no entienden su melodía.
Entonces peinarán tus pasos,
te tocarán sólo en sueños,
embastarán tus heridas mientras te alejas con torpeza
como un gigante de papel sobre un mundo hecho de acero.
Lo siento,
pero yo no seré quien someta tu cuerpo a sobredosis de
morfina
para borrar tu nombre y reinventarte en el idioma de los
necios.
No me pidas que cierre los ojos y escupa el dolor contra el
suelo,
no pretendas,
que me olvide del romanticismo de los inviernos.